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3.1.12

La Belleza



Habrá quien piense que exagero, pero allá cada cual. Soy tan bella que salgo a la calle enamorada de antemano. Los hombres me contemplan con una especie de atención superlativa y un tanto rencorosa. Las mujeres me examinan, revisan mis facciones, estudian cada gesto mío intentando descifrar la trampa. Pero no hay trampas: que soy bella, horripilantemente bella, y nada más.
Gentil suplicio, este. No veo dónde está la bendición. Hable o calle, estoy perdida. Si digo cualquier cosa, soy escuchada con una impertinente suspicacia a la que no consigo acostumbrarme. Cuando no abro la boca, todos me miran como pensando: sí, pero será tonta. Si algún hombre me habla, lo hace con intereses no precisamente dialécticos. Si me habla una mujer, lo hace para neutralizarme como competidora ofreciéndome su amistad. Cuando ellos no me dirigen la palabra, en su silencio tiembla el reproche de no amarlos. Cuando ellas callan, noto cómo me espían y corren a retocarse el maquillaje. Socorro. Nadie elige su cuerpo ni su nombre. La armonía se ha vengado de mí. También lo bello es cruel, también lo bello.
¿Cuánto mérito mío hay en esta piel de pétalo? ¿Cuánto de recompensa al trabajo bien hecho hay en mis formas de copa de cristal? A veces he pensado en terminar con todo y arrojarme un líquido abrasivo a la cara. Si no lo hago no es por coquetería, sino por miedo al dolor y sobre todo por orgullo. He vivido en el bosque. He huido al extranjero. He pasado unos años en la montaña. Pero siempre, en todas partes, hubo alguien que se enamoró de mí y me odió por ello. Conozco de memoria la manera: primero es un deslumbramiento exagerado, estelar; después una benevolencia boba, como si yo mereciera más de lo que merezco; más tarde esa impaciencia a la que tanto le temo; enseguida una escena de despecho, un ataque de ira y finalmente el daño para ambos.
Por las noches sueño con mundos feos, con escenas de asco, con figuras nauseabundas. Veo amantes de piel sucia y lenguas negras, bestias ansiosas que me abrazan sin juicios y me incluyen en su hedor. Entonces, fugazmente, soy feliz. Atravieso desiertos de arena impura. Nado despreocupada en un río de barro. Pero tarde o temprano un aliento de sol me acaricia la mejilla, y me pongo a parpadear, y mi cuerpo se estira lentamente, y la belleza regresa al dormitorio. Lo primero que hago al levantarme de la cama es mirar, incrédula, mi desnudo en el espejo. A mi lado nunca despierta nadie.
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Andrés Neuman.
Alumbramiento, Páginas de Espuma; Madrid, 2006.
Blog: http://andresneuman.blogspot.com/

9.8.10

Mario Vargas Llosa


Hablando de política
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Ya metido en la candela, en esas reuniones tripartitas hice un descubrimiento deprimente. La política real, no aquella que se lee y escribe, se piensa y se imagina -la única que yo conocía-, sino la que se vive y practica día a día, tiene poco que ver con las ideas, los valores y la imaginación, con las visiones teleológicas -la sociedad ideal que quisiéramos construir- y, para decirlo con crudeza, con la generosidad, la solidaridad y el idealismo. Está hecha casi exclusivamente de maniobras, intrigas, conspiraciones, pactos, paranoias, traiciones, mucho cálculo, no poco cinismo y toda clase de malabares. Porque al político profesional, sea de centro, de izquierda o de derecha, lo que en verdad lo moviliza, excita y mantiene en actividad es el poder: llegar a él, quedarse en él o volver a ocuparlo cuanto antes. Hay excepciones, desde luego, pero son eso: excepciones. Muchos políticos empiezan animados por sentimientos altruistas -cambiar la sociedad, conseguir la justicia, impulsar el desarollo, moralizar la vida pública-, pero, en esa práctica menuda y pedestre que es la política diaria, esos hermosos objetivos van dejando de serlo, se vuelven meros tópicos de discursos y declaraciones -de esa persona pública que adquieren y que termina por volverlos casi indiferenciables- y, al final, lo que prevalece en ellos es el apetito crudo y a veces inconmensurable de poder. Quien no es capaz de sentir esa atracción obsesiva, casi física, por el poder, difícilmente llega a ser un político exitoso.
 *
Mario Vargas Llosa, El pez en el agua.

19.7.10

Pola Oloixarac: Las teorías salvajes


Ambientada entre la facultad de Filosofía en Argentina y las tribus africanas, Las Teorías Salvajes nos presentan una galería de personajes extravagantes: una estudiante de filosofía que acosa a su profesor, una joven militante de los años 70 que le escribe cartas a Mao, un investigador frustrado. Todos ellos en búsqueda de una teoría totalizadora que explique el confuso mundo en el que viven.
Gracias a su prosa aguda, muchas veces ácida y violenta, y sin embargo, enternecedora; Pola Oloixarac (Buenos Aires, 1977) ha logrado entretejer no sólo una novela, sino un tratado antropológico, un ensayo paródico sobre la sociedad actual y una crítica feroz al mundo académico.
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La prosa de Pola Oloixarac es el gran acontecimiento de la nueva narrativa argentina. Su novela es inolvidable, filosófica, salvaje y muy serena. Ricardo Piglia.Como una comedia de Katharine Hepburn pero sin Cary Grant. La arqueóloga Oloixarac practica aquí una reconstrucción de códigos de socialización. Mario Bellatin.Monstruosamente inteligente y horrorosamente divertida. Más que una primera novela, parece el libro que muchos nos pasamos la vida intentando escribir. Javier Calvo.
Esta novela es un atrevimiento. Pocos autores serían capaces de llegar tan lejos. Care Santos.Una novela con vocación de obra total, patch-work exquisito de la contemporaneidad, escrita con una prosa de grandísimos registros como hacía tiempo que no se leían en lengua castellana. Carolina León.Las teorías salvajes (2008) tuvo gran éxito tanto en Argentina como en España y actualmente se prepara su traducción al francés, holandés y portugués. Oloixarac estudió filosofía en la universidad de Buenos Aires y escribe sobre tecnología y cultura para diversos medios. Además es música y traductora, y becaria 2010 del International Writers Program de Iowa. Su madre nació en el Rímac, su abuela en La Victoria y su bisabuela en Huánuco. La edición para el Perú está dedicada a ellas. El boom de las letras argentinas se presentará el sábado 24 de julio a las 8:15 pm en la FIL: Lima-2010.
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26.6.10

Margarita García Robayo



Fútbol
Buenos Aires, 22 de junio de 2010.
(Fragmento de una crónica mundialista)

1.
El sábado 4 de septiembre de 1993 iba a ser un fin de semana como cualquiera. Mis papás, mis hermanos y yo nos íbamos a una finquita que teníamos cerca, y esta vez venían también cinco amigos de mi hermano, que tenía quince años. No era usual que hubiera tanto muchachito, pero fuera de eso el plan transcurría más o menos como siempre. Como siempre era aburrido, complicado. En mi casa todo tendía a complicarse porque éramos mucha gente con poca voluntad, y, salvo la parte en que comíamos –desaforados, mayormente–, nunca estaba claro qué le tocaba hacer a cada quien. Mis fines de semana a los trece años eran, entonces, una sucesión de paseos confusos, sobresaturados de conflictos microscópicos, que el domingo a la tarde, por acumulación o por desgaste, explotaban en masa dejando una nube espesa encima de nuestras cabezas. A veces la nube no alcanzaba a disiparse en la semana y el sábado siguiente allí estábamos, arrastrando peleas más viejas que algunos de nosotros: que yo, por ejemplo, que soy la menor de cinco. Total, que ese sábado no parecía distinto, salvo por el despliegue de testosterona adolescente.
–¿Y por qué es que vienen todos esos zánganos? –preguntó mi hermana, que tenía dieciséis; mi hermano se había ido con los amigos en su camioneta: una Ford muy vieja que le habían regalado hacía unos meses para su cumpleaños número quince, y que hoy habían disfrazado de bandera. Los demás íbamos en el Polara de mi madre. Mi hermana llevaba un rato enredándome el flequillo con una peinilla: por esa época las dos usábamos el copete de Alf y cada mañana la una le enredaba el flequillo a la otra; luego se lo abultaba y se lo echaba hacia un lado y se lo iba esculpiendo. Al final lo rociaba con laca.
–Vienen por el partido de mañana –dijo mi madre, que manejaba, mientras mi papá cabeceaba en el asiento de al lado, con el diario doblado en la falda. Mis dos hermanas mayores ya iban a la universidad, por eso zafaban de estos paseos: los fines de semana siempre tenían trabajos grupales para los cuales se producían como si estuvieran estudiando teatro de revista y no derecho.
–¿Qué partido? –insistía mi hermana, pero ya no hubo respuesta. Mi mamá pocas veces seguía un diálogo más allá de dos líneas, era como que se aburría y cambiaba de tema sin previo aviso. En cambio podía mantener largas conversaciones consigo misma. Ahora, por ejemplo, hablaba del almuerzo: que no iba a alcanzar porque los muchachitos son tan tragones a esa edad, la edad de la tripa hueca, del barril sin fondo, de la solitaria, “ja–ja”: se burlaba sola.
Mi hermana terminó de peinarme, me eché hacia delante y alcé la cabeza para mirarme en el retrovisor: el copete de Alf se elevaba como un tsunami sobre mi frente. Se ve que el olor de la laca despertó a mi papá porque sacudió la cabeza y volvió en sí, agarró el diario y se lo acercó bien a sus ojos miopes, como si estuviera muy interesado en lo que decía el titular: “Colombia enfrenta a Argentina en la última fecha de la fase clasificatoria”. Y la bajada: “Hay mucho optimismo”.
A mi papá no le gustaba el fútbol. A mi mamá tampoco. A mis hermanas tampoco. A mi hermano, vaya a saber. Era el único varón y eso lo convertía en un pendejito caprichoso. Mis padres le consentían la volubilidad hasta el punto de la esquizofrenia. Su vida consistía en abrazar nuevos gustos y desechar los viejos, que no solían durar más de un mes. En el último año había pasado del heavy metal al reaggae, de Balzac a Condorito, de una novia culonsísima a una lombriz anoréxica. En fin, que ese fin de semana a mi hermano le gustaba el fútbol, por eso nos habíamos embarcado en un paseo cuyo objetivo era mirar un partido con sus amigos granulientos. Volví a mi lugar en el asiento, tratando de no moverme mucho para no perturbar al copete, y empecé a enredarle el flequillo a mi hermana.
–Parece que es un partido importante –le dije.
–¿Ah sí?
Asentí:
–Hay mucho optimismo.
(...)
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Margarita García Robayo. 1980, Cartagena, Colombia. Escritora, periodista y catedrática, radica desde 2005 en Buenos Aires, donde escribe la sección La ciudad de la furia en el diario Crítica de la Argentina, y escribe columnas de opinión para distintos medios de América Latina. Para la edición digital de Clarín, creó el blog Sudaquia: historias de América Latina y colaboró en revistas de crónica como Soho, Don Juan, Travesías, Surcos, Gatopardo. En su ciudad fue columnista de cine de El Universal, profesora de análisis fílmico de la "Universidad Torge tadeo lozano" y coordinadora de proyectos en la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano. Fue elegida como uno de los 50 líderes de Colombia en la edición de liderazgo del 2007 de la revista Cambio. Escribió el libro de cuentos Hay ciertas cosas que una no puede hacer descalza (Planeta, 2009; Destino, 2010), que fue traducido al italiano. Participó en la antología de las mejores crónicas de la revista Soho, publicada por Editorial Aguilar en 2008.
Contacto:
http://www.facebook.com/margarita.garciarobayo 

29.12.09

Miguel de Unamuno (1864-1936)



Nada mejor para terminar bien este año y empezar mejor el que sigue, que compartirles por este espacio una suerte de flashback literarios de la obra de quien considero el autor más completo, lúcido y polémico de la no menos célebre generación del 98, y uno de mis autores predilectos. Prolífico escritor, poeta, ensayista, dramaturgo, filósofo y pensador español de fuste, cuya producción espero que, con este breviario, se torne más interesante y apetecible para todos. He aquí algunas perlas extraídas de su libro Mi religión y otros ensayos breves que recomiendo, por supuesto.


MADE IN UNAMUNO


"No me prediques la paz, que tengo miedo. La paz es la sumisión y la mentira. Ya conoces mi divisa: primero la verdad que la paz. Antes quiero verdad en guerra que no mentira en paz. Nada más triste que entercarse en vivir de ilusiones a conciencia de que lo son. Al que oigas decir: "Hay que mantener las ilusiones", estímale perdido; pues ¿cómo ha de mantenerlas si las considera ilusorias?. No, amigo, el arte no puede reemplazar a la religión".

*
"Se ha dicho que en España abunda el odio. Tal vez; tal vez empezamos por aborrecernos a nosotros mismos. Hay aquí mucha, muchísima gente, que no se quiere a sí misma. Seguimos el precepto de ama a tu prójimo como a ti mismo, y como, a pesar del inevitable egoísmo, no nos amamos a nosotros, tampoco amamos a los demás. El asceta y el inquisidor se hacen de la misma manera. Y no es que el asceta no sea egoísta, no; puede serlo, y mucho. Pero aun siendo egoísta, no sabe amarse a sí mismo".
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"El abogado siente una secreta simpatía por el rústico, así como el rústico por el abogado. Los campesinos son pleitistas. La mentalidad del campesino es una mentalidad que rara vez pasa de la comprensión de las cosas abogadescas. Todo aldeano lleva un abogado dentro, así como todo abogado, por muy ciudadano que sea, lleva al rústico. Uno y otro, el rústico y el abogado, son incapaces de verdadera sinceridad y, por consiguiente, de verdadero espíritu científico. El uno paga para que le den la razón, aunque no la tenga, y el otro cobra por darle la razón que no tiene. Y en política lo mismo: la abogacía se apoya en el rusticismo y el rusticismo en la abogacía".
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"Para votar hay que llenar pliegos de protestas, para hacer bulto, para ir en rebaño por calles o campos, son mayoría los que no leen periódicos y aun los que no saben leer -que muchos de éstos firman los dichosos pliegos-; pero para opinar y promover el progreso del espíritu y el pensamiento público, para esto no, no son más ni son menos; sencillamente no son. Y así estamos viviendo en esta otra mentira, en la mentira de que domine en España una opinión que no es la que verdaderamente domina. Y quien pretenda apoyarse en la supuesta opinión de esa mayoría puramente numérica -iba a decir puramente animal, y no en el mal sentido de la palabra- y en ella funde su derecho a imponerse arrogantemente, ése es el verdadero demagogo(...). Pocas mentiras hay en España, de las innumerables que nos envuelven y paralizan, más mentirosas que la mentira de nuestra democracia, entendida como una oclocracia, una soberanía de las muchedumbres y de las muchedumbres analfabetas. Democracia, donde en la provincia más ilustrada, Alava, llegan casi a la quinta parte, 19,79, los adultos que no saben leer, y en la provincia menos ilustrada, Jaén, pasan con mucho de la mitad, llegando a 65,79, y en España toda son cerca de la mitad de ellos analfabetos. Esto es lo que yo llamo la analfabetocracia".
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"Ya la otra vez le dije que se anduviese en cuenta con eso de los diarios íntimos, y no me lo entendió usted. Los diarios íntimos son los enemigos de la verdadera intimidad. La matan. Más de uno que se ha dado en llevar su diario íntimo empezó apuntando en él lo que sentía y acabó sintiendo para apuntarlo. Cada mañana se levantaba preocupado con lo que habría de apuntar por la noche en su diario, y no hacía ni decía nada sino para el diario, y en vista de él. Y así acabó por ser el hombre del diario, y éste tuvo poco del diario de un hombre".
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"Hablando de plata, de lo que nos quejamos no es de que no se nos haga caso, sino de que no se compren nuestros libros. Y un escritor puede muy bien influir mucho -por lo menos en ciertos espíritus- y vender poco, y otro vender mucho e influir poco. Porque si la influencia espiritual hubiera de medirse con ese metro, acaso resultara que la obra que ha influido más en España es la serie que nos cuenta las aventuras de Bertoldo, Bertoldino y Cacaseno".
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"La hermandad latina no es, en este respecto, como en tantos otros, más que un embuste. No puede llamarse hermandad a la influencia debida a la vecindad, e influencia casi siempre perniciosa. La mezquina y estrecha estética francesa está, en efecto, y ha estado durante mucho tiempo trastornando y estropeando a no pocos de nuestros escritores. Sufrimos el yugo intelectual del pueblo acaso menos simpático, quiero decir -porque el sentido corriente de simpático es otro- del pueblo que menos se compadece con los demás, que menos capaz es de penetrar en el espíritu de los modos de sentir y pensar de otros pueblos, del pueblo que vive más orgullosamente cerrado en sí mismo. No hay mentira mayor que el exotismo de los escritores franceses que se precian de exóticos. En el fondo de su espíritu, todo francés, por culto que sea, cree que Shakespeare o Calderón son unos bárbaros, cuya función social es dar la primera materia para que un Racine cualquiera haga dramas definitivos. Y cuando juzgan a un autor extranjero, su único criterio seguro y fijo es si es más o menos afrancesado, si se parece más o menos a ellos. En esto Zola, el incomprensivo Zola, aquel hombre de cerebro tan estrecho como grande era su ignorancia, fue un modelo(...). Uno de los reproches que más comúnmente nos hacen los franceses es el de que somos declamatorios. A lo cual no cabe responder sino: Bien, ¿y qué? Ya que no les devolvamos la pelota, reprochándolos de fríos o de intelectuales. Porque tal es la falta del espíritu clásico francés, su intelectualismo. Pueblo de grandes geómetras y matemáticos, que en puro arte llegan a falsificar hasta la emoción".
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"Mas entretanto, añado yo, lo más fácil es que esos escritores que pretenden bajarse hasta la plebe, en vez de esperar que ésta suba hasta ellos, no hacen sino entorpecer y alargar la obra santa de la conversión de la plebe en pueblo, obra en vía de marcha. Hay que apartarse del vulgo, sí, y hay que apartarse de él en beneficio y pro del vulgo mismo. El que alcanzó una cima cualquiera, dede desde ella abrir los brazos y dar voces llamando a los demás a la cima y no bajarse so pretexto de mostrarles el camino, porque lo perderá él mismo y no podrá darles el ánimo que desde arriba les da(...). Todo está muy bien, sin duda; pero hay que hacer notar que las muchedumbres no conocen bien sus propias aflicciones, ni reconocen desde luego al que mejor las refleja. Y ocurre con lamentable frecuencia que prestan sus oídos antes al curandero charlatán que al médico inteligente y conocedor de sus males(...). El pueblo odia la verdad. Y es cierto que la odia cuando la verdad no le es grata. El pueblo quiere que lo adulen, lo diviertan y lo engañen, aunque a la corta o a la larga acabe por despreciar y repulsar a sus aduladores, divertidores y engañadores. Es preciso, lo repito y lo repitiré aún mil veces, luchar por él contra él mismo".
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"Y estas dos cosas, el desarrollo de la sensualidad sexual y el acorchamiento de la vida del espíritu, van a la par. Son no pocos los literatos que siempre que hablan de libertad no entienden apenas otra cosa que la libertad de usar de las mujeres de cualquier modo, la libertad de la licencia sexual, o eso que se llama el amor libre. Cada vez que el gobierno trata de poner coto a este desenfreno, le reprochan de reaccionario y gazmoño, como si un espíritu profundo y arraigadamente liberal, enamorado del progreso y de la libertad de conciencia, no pudiera ver en ese desenfreno el aliado de la servidumbre(...). La obsesión sexual en un individuo delata más que una mayor vitalidad, una menor espiritualidad. Los hombres mujeriegos son de ordinario de una mentalidad muy baja y libres de inquietudes espirituales. Su inteligencia suele estar en el orden de la inteligencia del carnero, animal fuertemente sexualizado, pero de una estupidez notable(...). Vuelvo a repetirlo, y aún me quedan no pocas repeticiones de ello: el desenfreno de la voluptuosidad embota la inteligencia, y uno de los primeros deberes de un hombre es el de hacerse inteligente. El hombre que se entrega a perseguir mujeres acaba por entontecerse. Las artes de que tiene que valerse son artes de tontería. Y no se me hable de pasión. La pasión es tan digna de respeto, y a la vez no pocas veces de lástima, como es digna de desprecio la sensualidad. Los hombres sensuales rara vez son apasionados. Don Juan Tenorio era un hombre impasible, y no se le conoció una verdadera pasión(...). La pasión contrariada lleva al claustro o al heroísmo; la voluptuosidad ahogada no lleva más que al aburrimiento o a la bestialidad. Y lo que me parece lamentabilísimo y triste es que se cifre en la licencia carnal el sentido de la libertad. Debe, más que a los libertinos, a los puritanos la causa de la libertad religiosa y civil de los pueblos. Mientras aquí en España no haya un buen número de liberales que se acuesten a las diez, no beban más que agua, no jueguen a juegos de azar y no tengan amante, andaremos mal(...). Nadie es de sí mismo, sino de la sociedad que lo ha hecho y para la cual debe vivir, y la sociedad puede y debe estorbar que un hombre se embrutezca y se entontezca. Ese bárbaro prinicipio antisocial de que cada uno puede hacer de su capa un sayo es una de las causas de nuestra decadencia. El hombre es un producto social y la sociedad debe impedir que se pierda para ella. No basta que uno quiera entontecerse; hay que impedírselo".
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"Y así es; la virtud es una forma de inteligencia, y el vicio o es tontería o es locura(...). Esto está muy bien y mucho mejor habiendo salido de la pluma de Maetzu, que es uno de los que han contribuido más a la boga de que goza en España Nietzsche, ese calumniador jurado del cristianismo. Entre el desgraciado Nietzsche, mal leído y peor comprendido, y el farsante D'Annunzio, con sus paganerías de similor, han ensuciado a no poca de nuestra juventud, que ha buscado apoyo en el primero para sus desaprensiones y en el segundo para sus vicios(...). Las Claudinas de Willy, que se han traducido al castellano, obteniendo un gran éxito, están no corrompiendo en el sentido moral tan solo, sino entonteciendo a nuestro pueblo. El que se recrea en esas escabrosidades es pura y sencillamente un cerebro de ínfimo grado. Y no digo nada de esos librejos que se escriben para los jovencitos de quince años y para los viejos de setenta(...). Nadie me quitará mi fe de que sólo los pueblos morigerados son capaces de llenar un glorioso y noble papel humano en la historia, que sólo ellos pueden llevar a cabo obras de duradera civilización. La lujuría, el juego, la embriaguez, entontecen a los pueblos y acercan al hombre al bruto. Si por cada escuela que se abre no se logra cerrar una casa de juego, una casa de prostitución y una taberna, es que la escuela no sirve".
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"Decía con mucho sentido Ritschl, que los ataques que se dirigen al cristianismo a nombre de la supuesta ciencia, no brotan de la ciencia, sino de un cierto sentido religioso pagano que se encubre con ella. Es la concepción religiosa pagana, no la concepción científica, la que nos dicta(...). El que uno no crea que haya Dios, ni que el alma sea inmortal, o el que crea que ni hay Dios ni es inmortal el alma -y creer que no la hay no es lo mismo que no creer que la hay-, me parece respetable; pero el que no quiera que los haya me repugna profundamente. Y precisamente a mí, que llevo esa espina en lo más profundo del corazón; a mí, que no puedo resignarme a volver un día a la inconsciencia; a mí, que tengo sed de eternidad, esos aplausos me trillan el corazón. Que un hombre no crea en otra vida, lo comprendo, ya que yo mismo no encuentro prueba alguna de que así sea; pero que se resigne a ello y, sobre todo, que hasta no desee más vida que ésta, eso sí que no lo comprendo(...). Esa falta de idealidad, esa sequedad y pobreza de vida interior, que arguye el no anhelar otra vida trascendente; todo este materialismo práctico, contrista el ánimo de quien medita un poco en el valor de la vida humana. por mi parte, espero muy poco de los pueblos que caen en esto(...). La esencia del ser más que el conato a persistir en el ser mismo, según enseñaba Spinoza, es el esfuerzo por ser más, por serlo todo, es el apetito de infinidad y de eternidad".
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"Suele con mucha razón decirse que cada loco con su tema, y mi tema es el de la espiritualidad, el del estado íntimo de las conciencias de un país, de sus inquietudes supremas, de su situación religiosa, en fin. Con mucha frecuencia, cuando he preguntado a alguno procedente de esos pagos, cómo se siente ahí eso de la religión, me han respondido: Allí nadie se ocupa de semejante cosa; harto tienen con ganar dinero; si miran al cielo, es para ver si va o no a llover. Claro está que no los he creído, porque sé bien que hay gentes que ocultan sus inquietudes íntimas, y sé también que para los más lo religioso, creen, se reduce a las formas concretas, dogmáticas y rituales de esta o de otra confesión constituida en iglesia(...). Y si su preocupación principal, en las clases adineradas, fuera eso que se llama la vida de sociedad, en la que la iglesia está a la par del teatro y no es sino otra forma de éste, si las creencias -a cualquier cosa se le puede llamar creer- y el culto formaran parte de las prescripciones del buen tono y de la llamada buena educación, entonces el país en que suceda está amenazado de muy serios peligros".
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"Y no basta no mentir, como el octavo mandamiento de la ley de Dios nos ordena, sino que es preciso, además, decir la verdad, lo cual no es del todo lo mismo. Pues el progreso de la vida espiritual consiste en pasar de los preceptos negativos a los positivos(...). No basta no matar, es preciso acrecentar y mejorar las vidas ajenas; no basta no fornicar, sino que hay que irradiar pureza de sentimiento; ni basta no hurtar, debiéndose acrecentar y mejorar el bienestar y la fortuna pública y las de los demás; ni tampoco basta no mentir, sino decir la verdad(...). Y he aquí cómo se enlazan la verdad en la vida y la vida en la verdad, y es que aquellos que no se atreven a buscar en la vida lo que dicen profesar como verdades, jamás viven con verdad en la vida. El creyente que se resiste a examinar los fundamentos de su creencia es un hombre que vive en insinceridad y en mentira. El hombre que no quiere pensar en ciertos problemas eternos, es un embustero y nada más que un embustero. Y así suele ir tanto en los individuos como en los pueblos la superficialidad unida a la insinceridad. Pueblo irreligioso, es decir, pueblo en que los problemas religiosos no interesan a casi nadie —sea cual fuere la solución que se les dé—, es pueblo de embusteros y exhibicionistas, donde lo que importa no es ser, sino parecer ser. He aquí cómo entiendo lo de la verdad en la vida y la vida en la verdad".
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"Contra los valores afectivos no valen razones, porque las razones no son nada más que razones, es decir, ni siquiera verdad".
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"En toda sociedad donde la situación económica y el desempleo hacen estragos es importante aprender a respetar a los haraganes, lo son para que otros puedan darse el gusto de trabajar".
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"Hay gentes tan llenas de sentido común, que no les queda el más pequeño rincón para el sentido propio".

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"Obra de modo que merezcas a tu propio juicio y a juicio de los demás la eternidad, que te hagas insustituible, que no merezcas morir".

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"El escritor sólo puede interesar a la humanidad cuando en sus obras se interesa por la humanidad".
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"La vida no es sueño. El más vigoroso tacto espiritual es la necesidad de persistencia en una forma u otra. El anhelo de extenderse en el tiempo y en el espacio".

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